domingo, 26 de junio de 2011

Axón y Dendrita



Nuestro asombro infantil. Las caras divididas por la máscara del tiempo. La efervescencia de dos vidas espirituosas. El presente borrado. Sonrisas fictas. Las almas vendidas en mesas de dados.
Un consomé de manos, de esmeraldas, y de antifaces. Un susurro soplado en vidrio de Lalique. Un silencio alojado en eslabones de música. Sonidos desmayados en la cama. Carcajadas encapuchadas. Puertas aladas. Y la casa cerrada para siempre.
Salir con los pies sumergidos en oscuros ventanales.El tedio de una vida sin rincones, sin rouge y sin disparos.
Ojos de humo. Pupilas arrugadas. Cáscara de huevo en los párpados y lágrimas de almizcle. Un abismo elevado. La panza llena de arlequines. Amebas de vivos colores bajo las uñas. Y una tropilla de hipocampos cabalgándonos en el pelo.
Dos sillas frente al mar, caña quemada y un brindis. Una borrachera. Fotos perfumadas.
Tan distintos y tan inseparables. Con los cuerpos anillados como serpientes.





martes, 14 de junio de 2011

Narcolepsia



Un toro me persigue como un recuerdo mal parido. Una manada de tapires me acorrala. El aire se tiñe de rojo. Una lluvia de granates me ciega. Me rescata un conejo vestido de torero. En la última estocada zanahorias lo ovacionan.
Navego a la deriva en un barco de azúcar, por letrinas de aguas humeantes. La niebla se eleva en figuras musicales. A lo lejos redoblan timbales de arroz. El barco se disuelve y me ahogo en un mar de estrellas.
Me encadenan a una calesita de fuego. Una tropilla de caballos de marfil galopa alrededor. Vuelan cabezas de querubines. Me cocinan en ollas de madrugada. Lágrimas cenicientas acribillan mi cabeza de turmalina. En pérgolas subterráneas florecen labios, y huipiles, y sábanas infinitas.
Bailo un vals abrazada a una araña. Lloramos sueños de papel. Mi silencio se llena de mandolinas. De soledades. De abominable paz espasmódica. De pantuflas azuladas de espuma. De pulmones alados.
Esponjas blancas babean traiciones. Elefantes amarrados a un recuerdo se columpian en el espacio. Sapos estampados en cuadernos protestan su agonía. Hasta las ratas a veces se lanzan en parapente. Que me deje la conciencia.


viernes, 10 de junio de 2011

Impostor



Un día nos quedamos sin oraciones. Él se las llevó. Llegó vestido de monje benedictino, con camisa de lana y escapulario, como en la Edad Media. Debimos sospechar. Cegados por la fe lo dejamos entrar. Se arrodilló frente al camarín de la Virgen y rezó con nuestras palabras. Las pronunciaba con devoción. A medida que repetía la letanía elevaba su voz y nuestras oraciones se elevaban con él.
De pronto, ante nuestras miradas atónitas se desplazó hacia la cúpula, suspendido en el aire, fundido con los santos perpetuados en el techo. A través de su piel se abrieron paso haces de luz. Su brillo se hizo tan potente que estalló en llamas. Se encendió como un sol.
Quedamos ciegos por un rato, con el eco de sus rezos retumbando en nuestros pechos. Desapareció a través del óculo y dejó una estela que aún hoy se levanta sobre nuestro templo. Se fue para no regresar, y con él se llevó nuestras oraciones al pasado de donde había venido.

Ahora somos copistas y anotamos nuevas letanías. Estamos desnudos. No tenemos frío; nos abriga la fe. Preparamos nuestros trajes para la venida. Nos tejemos camisas los unos a los otros. Tallamos escapularios. Pronto estaremos listos para regresar.