miércoles, 29 de agosto de 2012

Partículas (una historia de mierda)


Lo eligió entre todos. Aunque parecían iguales ella quiso quedarse con él, con uno del montón. Por algún motivo lo prefirió. Primero una caricia. Después otra. A él se le estremeció la piel. Nunca se había visto en manos de una mujer. Nunca lo habían tocado de esa manera. Ella transpiraba hambre. Lo mordió sin piedad. Lo despedazó.

Él le mojó la boca con su sangre perfumada. Resbaló y cayó a un túnel sin salida. Desembocó en la bolsa húmeda de una habitación irregular. De las paredes brotaba ácido. Intentó armar el rompecabezas de su cuerpo destrozado en un puñado de fibra amorfa.
Desembocó en una cañería sinuosa y cubierta de pelos. Un engranaje de cepillos lo arrastró. Poco a poco su cuerpo se descompuso. Se deshidrató. Se convirtió en una masa compacta. Su propio olor le dio náuseas.
Tormenta. Truenos. Y al fondo un halo de luz. Asomó la cabeza. Entonces supo que sería el fin. Le habían advertido sobre la muerte, pero pensó que sólo alcanzaría a los otros.

Ella se sienta en la silla con fondo de agua. Él no reconoce su propia imagen reflejada en un lago sin narcisos. Ella empuja. La compuerta se abre. De par en par. Ella sigue empujando. Él se resiste. Se prende a las paredes. Pero ella es más fuerte. Pronto lo expulsará. Él caerá al agua. Ella apretará el botón.
Y él será partículas.