martes, 14 de junio de 2011

Narcolepsia



Un toro me persigue como un recuerdo mal parido. Una manada de tapires me acorrala. El aire se tiñe de rojo. Una lluvia de granates me ciega. Me rescata un conejo vestido de torero. En la última estocada zanahorias lo ovacionan.
Navego a la deriva en un barco de azúcar, por letrinas de aguas humeantes. La niebla se eleva en figuras musicales. A lo lejos redoblan timbales de arroz. El barco se disuelve y me ahogo en un mar de estrellas.
Me encadenan a una calesita de fuego. Una tropilla de caballos de marfil galopa alrededor. Vuelan cabezas de querubines. Me cocinan en ollas de madrugada. Lágrimas cenicientas acribillan mi cabeza de turmalina. En pérgolas subterráneas florecen labios, y huipiles, y sábanas infinitas.
Bailo un vals abrazada a una araña. Lloramos sueños de papel. Mi silencio se llena de mandolinas. De soledades. De abominable paz espasmódica. De pantuflas azuladas de espuma. De pulmones alados.
Esponjas blancas babean traiciones. Elefantes amarrados a un recuerdo se columpian en el espacio. Sapos estampados en cuadernos protestan su agonía. Hasta las ratas a veces se lanzan en parapente. Que me deje la conciencia.


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