lunes, 5 de mayo de 2008

El temor de Dios


Antes de acostarse escribió una carta a los ratones y la guardó en un sobre junto con el diente. Puso el sobre debajo de la almohada y apagó la luz. Esa noche casi no durmió. Cada tanto se despertaba y revisaba el sobre, a ver si los ratones habían llegado. Estaba ilusionada con verlos, pero temía que todo fuera una farsa, como la de los Reyes Magos. Recordó la madrugada funesta del seis de enero. En el comedor, con la ayuda de sus padres, había armado una cuchita para que los camellos descansaran. Había puesto agua y unas galletas, y había dejado todos sus zapatos para que los llenaran de regalos. Un ruido la había despertado y se había levantado de un salto para ver a los reyes. Pero en el comedor estaba su papá, comiendo las galletas y revisando sus regalos. El padre no supo qué decir, y corrió a buscar a su esposa. La mamá le explicó a Clarita que los reyes eran los padres, que su papá no estaba robando sus regalos sino que él mismo los había comprado,
y que cuando Clarita se levantó, su papá los estaba acomodando para que ella los encontrara al día siguiente y pensara que se los habían dejado los reyes. Pero Clarita no le creyó, y siguió convencida de que su papá era un ladrón. No pudo perdonar a sus padres por haberle mentido. Lloró y rezó pidiendo que se hiciera justicia, y cuando su padre murió a los pocos días atropellado por un auto, creyó que Dios la había escuchado.