- Muchacho, sin empujar. Uno veinticinco.
- Disculpemé, señora. Uno veinticinco, por favor.
- ¿Pero no se da cuenta de que me está empujando?
- Es que sigue subiendo gente.... ¿A dónde quiere que me ponga?
- No sé, pero arriba mío no ¿Se va a correr o me va a aplastar todo el viaje?
- Es que no tengo a dónde correrme.
- No es problema mío. Corrasé y listo. Mire la gente que sigue subiendo. No sé a dónde se quieren meter.
- Bueno señora, todos queremos subir…
- Si no hay lugar que esperen el otro. No se puede viajar así. La culpa la tiene el gobierno.
- Sí, el gobierno tiene la culpa de todo; hasta del mal tiempo. Perdón, no sé si la pisé a Usted o a la señorita.
- Qué señorita ni señorita. A mí me pisó.
- ¿Listo? Vamos que nos vamos.
- Pará hermano, no te vayá’ que estamo’ todo’ colgando de la puerta.
- Muchacho, le dije que no me empuje. Agarresé. Qué desgracia… Si tuviera marido no estaría acá.
- ¿Quién? ¿Su marido?
- Si tuviera marido, me llevaría con el auto a todas partes.
- Yo tengo auto pero lo llevé al mecánico.
- Arriba que cierro la puerta.
- Yo no sé este hombre por qué no arranca de una vez. No vamos a llegar nunca.
- A ver los que ya tienen boleto si pueden dar un pasito atrás.
- Vamos señora. Vamos para el fondo. Un, dos, tres. Un pasito pa'lante María...
- ¿No le alcanza con empujar? ¿Tiene que cantar?
- Un, dos, tres. Un pasito pa'trás...
- ¿Cómo puede cantar en medio de este caos? No empuje más. ¿A dónde quiere ir?
- Así es María, tan caliente y fría...
- ¿Me va a cantar en el oído todo el viaje?
- ¿Le molesta que cante? Mire que no le estoy cantando a Usted.
- Este es un medio de transporte público.
- ¡No me diga!
- ¡Sí le digo! Y hay que respetar al prójimo. Donde terminan mis derechos empiezan los suyos.
- O al revés...
- Pero qué frenada... Estos se piensan que llevan animales en vez de gente. Estoy harta de viajar como ganado.
- ¿Quiere venir a manejar Usté, doña?
- Cuando me baje de acá voy a presentar una queja en la empresa. No puede ser que un colectivero trate así a los pasajeros. A ver si mira para adelante que nos va a matar a todos. Y Usted dejesé de empujar que me tiene podrida.
- Buenos días señores pasajeros. En esta ocasión vengo a ofrecerles directamente de Despacho de Aduana…
- Yo no sé como dejan subir a esta gente. Si acá no hay lugar para nadie.
- … el nuevo dispositivo tres en uno: poderosa linterna, bolígrafo y cortaplumas. Ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.
- Mire venir a vender esas cosas peligrosas a un colectivo… Así después los chorros andan armados. Deberían prohibirlo.
- Se paga de dieciocho a veinte pesos en negocios. Hoy vengo a ofrecerlo por tan sólo cinco pesitos.
- Eso tiene que ser robado. Son todos unos mafiosos. Y están en combinación con el colectivero.
- Pueden revisarlo. Probarlo. Viene con dos pilas de repuesto.
- Y nadie dice nada. Manga de hipócritas. Y Usted deje de empujar. Desde que subimos que me viene empujando.
- Perdonemé señora. Fue sin querer.
- Sí, fue sin querer… Y así, disimuladamente, la tocan a una. ¿Quién puede abrir una ventanilla? ¡Acá no hay aire! Y encima vienen a vender cosas.
- Bueno señora, el hombre está trabajando…
- ¿Trabajando? Que se busque un trabajo de verdad, así no anda molestando a los demás. Estoy harta de esta manga de vagos. A que si lo mandan a limpiar baños a Constitución no va.
- ¿Usted iría?
- A dónde.
- A la chacón de tu hermana te podé’ ir, vieja de mierda que no pará’ de protestá’ y acá estamo’ todo apretado’, estamo’.
- Chofer, haga bajar a ese ordinario que me está faltando el respeto.
- Doña, si no se calla paro el colectivo y la bajo en la esquina.
- Son todos unos maleducados. Y Usted muchacho, me está pisando.
- Disculpe.
- ¡Ay! Pero que bruto… ¡Me pisó de nuevo!
- No, le habrá parecido…
- ¡Desgraciado! ¿De qué se ríe?
- Desde que subí que me dice que la empujo, que la aplasto, que la piso. Un rato más y va a decir que la estoy violando...
- Entonces corrasé y listo.
- ¿Otra vez? ¿No ve que no hay lugar?
- No hay lugar pero esta chica no está arriba mío como Usted.
- Ya que mete a la chica en esto, si quisiera hacer algo, lo haría con la chica y no con Usted. Además está callada.
- Entonces venga acá y apoyesé ahí.
- Bueno... Hola. Me vengo acá por la señora. Pero si te molesto vuelvo a donde estaba.
- No está bien, quedate. A ver si se va para el fondo a pelear con otro.
- Se ve que se levantó de mal humor.
- A todos nos pasa a veces, pero no da agarrársela con alguien y bardearlo así. Aparte vos no le hiciste nada. Si yo la vengo mirando desde la parada.
- Sí, ya le había dicho algo a otra persona. Se ve que busca con quien pelear.
- Y bueno. Su desgracia es que tiene que vivir con ella misma todo el tiempo.
- Sí, pero que densa... Bueno, ahora que parece que se calmó voy a ver si puedo leer.
- Ah, La trilogía de Nueva York. Lo leí hace mucho. Me partió la cabeza ese libro.
- Qué sé yo... Recién voy por la mitad. Es medio raro...
- Cuando llegues al final vas a ver que... Bueno, no digo nada mejor. Ya llegarás.
- Sí, me pasa algo raro. Por un lado no veo la hora de terminarlo, y por otro lado no quisiera terminarlo nunca.
- A mí me pasó lo mismo cuando lo leí.
- Que bien que escribe ese hombre, ¿no?
- Sí, creo que de los escritores vivos es mi preferido.
- Que casualidad. Yo pienso igual.
- Corrasé muchacho. Me está despeinando. A quién se le ocurre sacar un libro en medio de un colectivo repleto.
- Perdón, no me di cuenta. Ya lo cerré.
- ¿Se quiere peinar señora? Si logro abrir la cartera le presto mi peine. Espere a que llegue a la parada porque si me suelto me caigo.
- ¿Y para qué voy a querer tu peine? ¿No sabés que esas cosas no se prestan? ¿No te enseñaron que se pueden contagiar enfermedades? Cómo sé yo que no tenés caspa, o alguna otra porquería peor.
- Perdón.
- ¿Vos te estás riendo de mí?
- Sí. Digo... No. Ay perdón, estoy tentada.
- Dejala. Ni te gastes en contestarle. Mirá como me estuvo hinchado a mí desde que subimos.
- Pobre mujer. Se ve que no está bien de la cabeza.
- Por suerte ahora somos dos contra uno. Vas a pensar que soy un pelotudo, pero.. ¡Qué sonrisa que tenés! Perdón, pero tenía que decirlo.
- Me vas a hacer poner colorada.
- Este anda buscando. Hace un rato me quería hacer el verso a mí. A ver si guarda ese libro que me lo está clavando en... ¿Pero qué hace con las manos ahí abajo?
- A ver los que se están peliando. Cortelan o paro el colectivo y se bajan en el medio de la calle.
- Mire qué papelón. Como nos bajen de acá por culpa suya agarro al primer vigilante y lo denuncio.
- ¿Me escuchó señora? ¿Se va a callar o vamo'a la comisería?
- Bájelo a él que es el que molesta.
- Señora, ya le pedí disculpas cien veces. No sé que quiere que haga. ¿Qué pretende Usted de mí?
- Vaya a reirse de su madrina, maleducado.
- Bueno, esta mujer me agotó. Me bajo en la próxima y me tomo el que viene atrás.
- Bueno... Me hiciste reir con lo de la Coca... Chau.
- Chau.
- Ya te acordarás de mí cuando termines la trilogía.
- Sí, seguro.
- Bueno, suerte.
- Gracias, igualmente.
- ¡Ojo con la loca!
- No la veo. ¿Dónde se metió?
- Está ahí atrás, al lado de la puerta.
- Lo único que falta es que baje conmigo.
- Espero que no. Igual no estuvo tan mal. Al menos nos reímos un poco.
- Sí... Bueno, chau.
- Chau. ¡Suerte con Auster!
- Pensaba... Las cosas pasan por algo, ¿no?
- Sí. Destino.
- Claro, destino. Y si...
- Si qué.
- Podríamos... Digo...
- ¿Qué?
- ¿Querés bajar conmigo? ¿Podés..?
- No, no puedo. Me tengo que encontrar con una amiga.
- Ah bueno, en otra vida entonces.
- Pero le puedo mandar un mensajito.
- ¿En serio? Dale. Y si no...
- Esperá que tengo que hacer un curso para sacar el teléfono.
- Todo bien...
- No, mejor se lo mando cuando bajemos. Hay una muestra en el Bellas Artes que tengo ganas de ver. Por ahí te interesa.
- Bueno, dale. Deben ser dos o tres paradas de acá.
- A ver cómo hacemos para llegar a la puerta.
- Por suerte se vació un poco. Permiso por favor.
- Dele, empuje nomás, que una es de palo. Quién sabe a dónde irán. Las chicas de ahora son todas unas atorrantitas. En mi época...