Él quiso hacerme creer que los de rulos tenían mas onda, pero yo sabía que no. Si uno le hace caso a esas cosas superficiales, qué pasa si un buen día el pibe se queda pelado. Además, eso de tener rulos y onda es redudante, y a mí no me gustan los hombres que redundan. Por eso me compré un marcador, de esos chiquititos como mi agenda, y taché su numero de teléfono.
Porque pasa lo siguiente: las mujeres somos medio pelotudas, y aunque decimos que no, por ahí después nos arrepentimos y nos dan ganas de llamarlos. Entonces mejor estar preparada. Pero ese minimarcador del orto, en vez de tachar el teléfono, lo resaltó
Y así un día terminé, aburrida, sin tener con quién salir, y adivinen qué hice. Sí, salimos a tomar algo. La verdad es que el pibe merecía una oportunidad. Tenía onda, a pesar o a causa de sus rulos. La cosa es que terminamos enredados. Bueno no.
La cosa es que el pibe tenía onda, pero por alguna razón, no volvió a llamarme. Bah, volver a llamarme no, porque en realidad él nunca me había llamado. Ni siquiera me había pedido el teléfono. Tal vez por eso yo nunca borré el suyo. Porque sabía que tarde o temprano, tendríamos que vernos, para comprobar que hasta el hombre con más onda es un pelotudo.