miércoles, 20 de junio de 2012

Inmune


Ya no más ronroneos
Me arranco el cascabel del cuello
Abro las fauces
Rujo 


Me repliego y pliego los párpados
Te repelen mis ojos de papel glacé
Espían por la cerradurra del candado
La combinación sinuosa
Indescifrable
Camino a una oscuridad transparente


El cascabel serpentea en mi espina
Hasta el extremo
Sonajero ponzoñoso de colmillos cerrados
Signos de interrogación en bocas sin respuestas


El veneno sabe a poción
Mágica o mortal


Escupirlo todo
Vomitarlo todo


Y verse a uno mismo 
Con los ojos espejados
Esmerilados de lágrimas no lloradas
Pupilas asombradas de luz
De paz inusitada


Y el cascabel latiendo en el pecho


Es tiempo de mirar al sol


domingo, 3 de junio de 2012

Subterráneo

Ella se deja llevar por el chirrido de las ruedas, el olor a gente, el hollín. No le importa viajar parada. El subte con su andar tranquilo es ideal para leer. Se acomoda en un rincón. Se sujeta con una mano, y con la otra sostiene un libro. Un cosquilleo le recorre la palma de la mano, la misma que aprisiona la manija que no la deja caer cuando el subte frena. Un cosquilleo eléctrico. Sus propios músculos suelen generar pequeños espasmos de corriente.
Jamás se le ocurriría pensar que ahí mismo, donde ella esta parada, y sujeto de la misma manija que ahora ella acaricia con la punta de los dedos, ahí mismo un señor que leía un libro encontró la muerte súbita en ese mismo rincón.
Ella se agarra con fuerza, y ahora el impulso eléctrico es una puntada. Se suelta sin comprender qué ha sucedido. Sacude la mano. Mueve los dedos. Se apoya contra la puerta y sigue leyendo. A la próxima frenada vuelve a sujetarse y esta vez se le cierran los ojos y lo ve. Es un hombre joven, bien vestido, de aspecto saludable. Lo ve llevarse las manos al pecho, lo oye toser, temblar, desmoronarse.
Abre los ojos. No sabe cuanto tiempo pasó. Tendida en el andén, la gente parece más grande. Y el tren se aleja dejando una estela de peces y gaviotas.
Al final del túnel, la luz huele a rosas.