domingo, 22 de mayo de 2011

Infinito



No sabían que venían del futuro. Entraron al bar. Parecía detenido en los años ochenta. No sólo por el diseño pasado de moda, sino además porque estaba lleno de gente con peinados voluptuosos, vestidos con telas brillantes. Se sintieron rodeados de aquéllos viejos vinagres de New York City, ahora más viejos que nunca.
Previendo una huída precipitada se ubicaron cerca de la puerta: punto estratégico para avistar a los habitués que seguían llegando. Pidieron una Piña Colada, un Margarita, un Cuba Libre y un Destornillador. No tenían Wi-Fi. Ni siquiera había señal para los celulares. El mozo les ofreció jugar con un Coleco Vision.
Con ojos desorbitados observaron a un grupo que bailaba junto a la Rockola temas de Cindy Lauper y de Rick Astley. De dónde había salido toda esta gente. Unos muchachos vestidos de negro, que parecían estar en el lugar equivocado, colocaron una moneda. Entonces sonó una canción de Bauhaus, y la fiesta terminó.
Pidieron la cuenta. Sólo aceptaban pagos en efectivo o con Argencard con un recargo del 20%. Dejaron diez autrales de propina y se levantaron de la mesa. Junto a la vereda se destacaban Coupé Torino y un Ford Escort. Ellos se subieron a su Mini Cooper. Después de todo, el infinito siempre tiene forma de elipsis.

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