sábado, 19 de junio de 2010

Invisible



Benigno se encontró al pie de la escalera. No recordaba haber salido de su habitación, pero no le dio mayor importancia al asunto: desorientarse era parte de su enfermedad. Había un ascensor muy grande "reservado para uso exclusivo del personal". Los flejes chirriaron y la puerta se abrió. Un muchacho vestido de celeste subió al ascensor empujando una camilla. Llevaba unas sábanas anudadas a ambos extremos que envolvían lo que Benigno pensó sería un cuerpo. La puerta se cerró. "A dónde lo llevaran", pensó mientras regresaba a su habitación.
La puerta estaba cerrada. A pesar de que las ventanas estaban abiertas, un intenso olor a desinfectante lo hizo toser. Se asomó para respirar el aire puro del jardín. Cuando se volvió, notó que la habitación estaba vacía. Desde afuera llegaban voces. Al escuchar su nombre, Benigno salió como una ráfaga. En el pasillo había dos policías. Uno tomaba anotaciones y el otro revisaba unas ropas que Benigno reconoció como propias. Aunque estaba desnudo, con la piel azulada y la expresión rígida, nadie reparó en él. Entonces lo supo.



viernes, 18 de junio de 2010

Numerología


Iban

Iban de a tres

Iban de atrás

Y van

Van de atrás

los tres

van a 3 Sargentos

los tres en cuatro

chocan los cinco

y a las seis

les hacen el siete

humo

licor

ocho hermanos

los hieren

los matan

y en nueve lunas

renacen

de atrás

los tres

de a tres

viernes, 4 de junio de 2010

Vocación




Cuando sea grande quiero ser como Jorgito. Jorgito es tan dulce que le pusieron nombre de alfajor. Me gusta cuando lo acaricio y se sonríe. A veces lo peino, o le acomodo la ropa, y él nunca dice nada porque no sabe hablar. Igual yo sé que entiende todo lo que le digo. A veces le cuento cuentos, y él me mira, y los ojos le brillan mucho. ¡Cómo lo quiero a Jorgito! A veces lo abrazo y lo lleno de besos. Y a veces le tengo bronca. Y cuando le tengo bronca lo odio, porque todo es para él.
Jorgito nunca come con nosotros. Mamá primero le da de comer a él. Eso me da bronca, porque cuando tengo hambre tengo que esperar a que él termine. Mamá hace el puré y yo le doy de comer en la boca. A veces escupe todo, y mamá en seguida lo lava y lo cambia. Y si se babea yo le paso una servilleta. Y cuando mamá no se da cuenta me robo un poco de puré. Y si llora, lo pellizco. Si mamá me ve, me pega. Y yo no lloro, porque ya soy grande para llorar.
También me da bronca cuando lo bañan porque yo no puedo entrar. Pero cuando me bañan a mí, a él lo meten en el baño. Lo dejan en la silla y él no hace nada. Se queda quietito. Mamá dice que no quiere dejarlo solo. Yo eso no lo entiendo. Qué le va a pasar. Si a veces se queda dormido. A veces baila, se sacude. Y cuando Jorgito baila mamá se asusta y lo llama a papá y lo acuestan. Y me dejan solo en el baño, entonces yo bailo como él, y canto fuerte, y salpico todo. Y mamá se enoja y me reta, y a veces me pega. Pero a mí no me duele.
Mamá dice que Jorgito tiene que estar siempre limpio. Cuando le cambian el pañal no me dejan ver, pero después le puedo poner talco en los pies. También me dejan ponerle perfume. Yo le pongo detrás de las orejas como me enseñó mamá y él cierra los ojos. Para mí que le da frío. Yo le conozco todas las caras: cuando tiene sueño, o cuando tiene hambre, o si se hizo caca.
Jorgito es bueno. A la tarde tomamos la leche y vemos la tele. Siempre vemos lo que yo quiero porque él no sabe nada. Lo que más me gusta de Jorgito es que no tiene que hacer nada. Es el rey de la casa. Yo el año que viene voy a primero. No quiero ir a la escuela, pero papá dice que hay que ir igual. Y yo le digo que voy a ir cuando vaya Jorgito.
Un día papá se enojo mucho, y me pegó y me gritó: me dijo que nunca más le diga Jorgito, que se llama tío Jorge, y que ya fue a la escuela. Después vino mamá y me abrazó. Ella también se puso a llorar, y me contó que hace mucho el tío Jorge era abogado, y tenía una esposa y un bebé. Pero tuvo un accidente y su familia se fue al cielo y él se quedó acá. Mamá dice que es un ángel.
Por eso cuando sea grande, quiero ser como él; quiero ser el rey de la casa.

miércoles, 2 de junio de 2010

Herida

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Harta de que le cuestionaran que no se sacaba la corbata ni para tomar sol, se resignó a dar explicaciones. Suavemente deslizó los dedos por la seda que se escurría por el escote y dejó entrever una cicatriz: Más de un hombre le había roto el corazón.

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