miércoles, 8 de diciembre de 2010

Ciclos



Ella lo conocía de antes. Lo había visto de lejos. Volaba a Montevideo y un avión pasó tan cerca que vio las caras de la gente en las ventanillas. El no le creyó. Esas cosas sólo ocurren en los sueños. Ella le había visto la salamandra tatuada en el hombro. El admitió viajar al Uruguay con frecuencia, pero negó lo del tatuaje. Ella insistió. Él no la contradijo, aunque siguió pensando lo mismo. La relación duró varios orgasmos y luego se diluyó.
Muchos años después, él regresaba a Buenos Aires. Un avión pasó tan cerca que vio a la gente tras las ventanillas. Una mujer lo saludó con la mano. Tenía la cara redonda y surcada de arrugas. La reconoció por los ojos soñadores. Era tan real... Se pellizcó para ver si estaba despierto. El dolor le dio la razón. Acomodó la almohada y cerró los ojos. De pronto sintió un ardor en el hombro. El olor a carne quemada se filtró a través de la camisa. Y a pesar de todo, el siguió pensando lo mismo.