lunes, 15 de noviembre de 2010

Riviera



Se recostó sobre las olas. La marea lo acunó. Enfrentó al sol con los ojos cerrados hasta que le ardió la cara. El agua le tapó los oídos con sonidos lejanos y sordos. La música esponjosa de sus pulmones retumbó en su cabeza. Su cuerpo era un fuelle eólico a la deriva. Se dejó llevar. Una gaviota lo acarició con su sombra de izquierda a derecha. El mar olía a vida. Una lluvia de salpicaduras le ardió en su piel de hereje. Se zambulló para aliviar el dolor. Vio burbujas. Oyó voces submarinas. Sirenas. Un pulpo lo arrastró hacia la superficie. Una humareda súbita le nubló la vista. Una multitud se había agolpado en la costa. Había ojos de todos colores. La arena estallaba en brasas. En el suelo, tendido boca arriba, yacía un hombrecito azul. Ya era tarde. Entonces volvió a recostarse sobre las olas. Y se dejó llevar, como si el mar oliera a vida.






3 comentarios:

Ana GyS dijo...

Emilse, me gustó el texto. Como siempre, me situaste ahí. Y si.. no es bueno que fumarse en la playa... jaja

Jorge dijo...

el hombrecito azul es muy inquietante. Me gustó. Besos

la occhi dijo...

Hermoso, hermoso.
Volví a Playa del Carmen y al hombrecito azul.
Besos