martes, 21 de julio de 2009

El elixir del hada verde







Ella siempre pide lo mismo: un vasito de ajenjo. Bebe y recuerda cuando era feliz. Cuando bailaba el Can-Can y los hombres enloquecían. Cuando lo vio por primera vez, sentado en la platea, con su aire intelectual y sus ojos ahumados. Cuando renunció a todo para casarse con él: dueño de un modesto departamento en la Rue Lepic, pero sin una moneda. Se recuerda novia y los ojos se le empañan. Novia sin vestido, sin vals y sin alianza.
Él toca el piano en un restaurant de Montmartre. Ella en invierno vende castañas en el Boulevard de Clichy, y en verano espera que regrese el invierno. Él casi siempre cena en el restaurant. Ella casi nunca. A veces, cuando el estómago le hace ruido, ella va al restaurant de Montmartre y espera que él la invite a sentarse. Y si él está con una mujer, ella finge no verlo, pide una copa en la barra y regresa a casa.
Ella se sienta en la punta de la mesa, y come, y bebe, y sueña. Y languidece mientras él mira por la ventana. Y él cree que ella sufre porque no tienen dinero, porque la engaña con otras mujeres, por el desamor. Él cree saberlo todo. Pero lo que él no imagina, es que ella está con él por un techo, por un plato de comida, y por un vaso de ajenjo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy costumbrista....el tema daba para algo mas surrealista, cuando lei el titulo me entusiamaste y pense que ibas a dar rienda suelta al "egg weiss"...(martin)

Szarlotka dijo...

El egg weiss... ¿te acordás? ¡me había olvidado! Estaría buenísimo desarrollar ese tema ¿no?
Ya voy a pensar algo =)