miércoles, 1 de abril de 2009

De Xenartros Capítulo VIII


El Sr. Xenartro decidió que era una noche ideal para caminar por las Tullerías. Los flashes lo abrumaban, pero igualmente avanzó por los jardines a paso firme. Aunque el polen lo hacía estornudar, se detuvo a olfatear las flores, como un sabueso que persigue a su presa. Estaba llegando a la salida cuando se produjo un apagón. Bajo la luz de la luna, Paris era una ciudad fantasma. El Señor Xenartro miró a su alrededor hasta que sus ojos se acostumbraron a las tinieblas, entonces se hizo de día. La Place de la Concorde no fue la misma. El obelisco desapareció y en su lugar montaron un escenario rodeado de agitadores sociales; plebeyos y mercaderes de ilusiones revolucionarias ensamblados en una vorágine sedienta de muerte. El populacho maloliente clamó justicia. No había automóviles, ni semáforos, ni iluminación eléctrica. La Tour Eiffel desapareció. Un redoblar de tambores anunció la inexorable ejecución de la Perra Austríaca, que con dignidad se acercó al cadalso. El Sr. Xenartro reconoció en ella a la misteriosa mujer que había visto en la ópera. Estaba vestida de rojo, y le habían cortado el cabello al ras. No quiso que le taparan los ojos. Apoyó el cuello en la guillotina y esperó a que el verdugo soltara la cuchilla. La cabeza dio un chasquido en el suelo y se desangró hasta que los ojos dejaron de parpadear. La turba revolucionaria celebró la muerte de la Reina. El Sr. Xenartro se entristeció. No sabía de reyes, pero estaba seguro de que ella era diferente a las demás mujeres. No pudo contener el llanto, y decidió refugiarse en el Barrio Latino, pero antes de que caminara una cuadra, se hizo de noche. La ciudad se iluminó, la Tour Eiffel volvió a estar en su lugar, y los autos volvieron a circular. Perturbado y a la deriva, sintió que alguien le tocaba el hombro. Era ella. Estaba más hermosa que nunca. Su cara resplandecía bajo la luz ténue de un farol, y la envolvía un aura radiante. La mujer murmuró - ¿Por qué se fue? Le pedí que trajera mi cabeza, y se fue... La perdí hace más de doscientos años, y nunca la recuperé. Esto que usted ve es una proyección de lo que fue mi cabeza. No puedo seguir así. Necesito un cuerpo. Necesito ser una mujer entera. ¡Por favor! ¡Ayúdeme!

- ¡Vení, mamasa! ¡Yo te voy dar un cuerpo! - dijo entusiasmado el Sr. Xenartro. En ese instante recordó su enfermedad y el tratamiento poco efectivo del Dr. Froid, y se sintió herido. Nunca habia conocido a una mujer así, y era incapaz de satisfacerla. Tuvo miedo, vergüenza, odio. Se propuso enfrentar al doctor y exigirle que le permitiera acceder a la virilidad prometida. No se atrevió a explicarle a la mujer acerca de sus dolencias, y una vez más huyó. La mujer le pidió que no la dejara sola, pero el Señor Xenartro logró resistir a sus encantos, y ya en el hotel se sintió a salvo.

3 comentarios:

**VaNe** dijo...

Veo las vivenvias del Sr Xenartros como si se tratara de una peli. Me gusta!
Y vos me venís a hablar de imaginación... jajajaja!
besos!!

Agostina Cánova Kuessner dijo...

coincido con vanesa, es como estar viendo una película donde los escenarios van desapareciendo y aparecen otros.
muy buenas imágenes, el ritmo que creás, va llevando al lector por un camino sinuoso e interesante.
saludos!
pd.gracias por el comentario que dejaste en mi blog!se agradece se

Szarlotka dijo...

Gracias chicas por los comentarios y por la calidez con que los hacen. Me estimulan a seguir escribiendo.
Besos