lunes, 6 de abril de 2009

De Xenartros Capítulo IX


Antoinette deambuló por los callejones y sólo encontró paz en la catedral de San Esteban. Había un pequeño altar dedicado a San Antonio. Encendió una vela, se arrodilló frente al santo, y rezó. El Señor Xenartro se burló, y ella, para darle un escarmiento lo llevó a las catacumbas.
La antesala a la cripta estaba bien iluminada, y los muertos descansaban entre maderas de caoba y crucifijos. Un sendero de ataúdes conducía a un túnel, que era la parte más antigua de la catacumba. Estaba atiborrado de un fétido olor a flores y a aguas servidas. Se internaron en el túnel, que a cada paso se hacía más diminuto; Antoinette se encorvaba cada vez más, los pies se le hundían en el barro, y los alambres del vestido se enganchaban en las paredes. Lentamente llevó al Señor Xenartro hasta la boca del osario. Los huesos, apilados uno encima de otro, estaban clasificados y distribuidos en celdas: por un lado los húmeros, por otro los fémures, y por otro los cráneos. A esa altura el túnel no era más que un agujero en la tierra. Casi en cuclillas llegaron a una celda donde había algunos esqueletos desparramados, y Antoinette trató de imaginar en qué circunstancias esas personas habrían llegado ahí. Le gustó pensar que los habían encerrado vivos, y que los dejaron morir de hambre, o de frío, o de tristeza. El Señor Xenartro sólo tenía fuerzas para temblar, y le suplicó a Antoinette que lo sacara de ese lugar, pero ella se acurrucó junto a un montículo de tierra y lo obligó a dormir.

3 comentarios:

**VaNe** dijo...

Un escrito szarlotckiano en todo su esplendor!!!
De a poco me iba faltando el aire a medida que leía... excelente Szarlotka! Excelente!

Szarlotka dijo...

¿De verdad pudiste sentirlo? Esto ya estaba escrito, pero trate de mejorarlo. Quise que fuera claustrofobico, pero no tengo las herramientas, asi que hice lo que salio.

**VaNe** dijo...

"...y los alambres del vestido se enganchaban en las paredes" entre otras cosas... sí, totalmente sí.