miércoles, 2 de abril de 2008

El gato del hijo del forense


Abrió la puerta del dormitorio. Todo era rojo, y tenía ese olor característico que a él tanto le gustaba. El techo temblaba, y se percibía un sonido a líquido en ebullición, como si un río corriera por los ductos de la calefacción. Decidió subir al desván e investigar qué estaba sucediendo. Tan pronto giró el picaporte, un remolino de sangre lo empujó contra la ventana. Vio con horror a su gato enganchado en el postigo, con el corazón abierto. En un intento por rescatar al gato se asomó a la ventana y resbaló. Alcanzó a sujetarse de la cortina, y apoyándose en la cornisa logró acercarse al gato. Pero cuando estaba a punto de atraparlo, volvió a resbalar y cayó a la calle, donde estaba estacionado su descapotable. Su cuerpo terminó en el asiento del conductor, y sus piernas impactaron contra los pedales. De alguna manera el auto arrancó, avanzó unos metros, y chocó al patrullero. Un policía que pasaba por ahí, lo confundió con un delincuente y le disparó. Después de un día tan ajetreado, el hijo del forense había muerto.

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